27 de octubre de 2014

El laberinto de mi vida

Me propuse, ya hace un tiempo, a recorrer un laberinto desconocido. No le presté oídos al miedo, no volteé a pedir consejo a la razón, fui despojada de todo menos del corazón que ya estaba mucho mas adelante que yo en ese enigmático lugar.

Al principio todo se me hacía extraño, el sonar de mis pasos, las viejas paredes, los infinitos caminos con sus ruidos peculiares y las mil y un historias que yacían sueltas por ahí. Caminaba sin rumbo fijo, buscando lo que se le suele buscar al laberinto, un camino que te lleve hasta el final. 

Poco a poco la hiedra pegada a las paredes me relató los distintos sucesos de los que estaba compuesta. Me habló de llantos, de sonrisas, de personas que ya habían llegado allí y que no se molestaron en volver a pasar. Poco a poco me fui dando cuenta de que me encontraba  en un sitio del que no quería salir, del que esperaba que tuviera salida para cualquiera menos para mí.

Me atraparon sus crónicas, el pasar de los años, sus risas, sus llantos, sus furias, y sobretodo la belleza añejada que ahí estaba guardada como un buen ron de La Hacienda. Me atraparon las palabras, los gestos, los climas. Me sedujo el dulce pasar de lo cotidiano, la hora que nunca cambió y dos secretos bien guardados, a la vista de cualquiera. 

No habían dado muchas vueltas las agujas del reloj cuando comprendí que perdida no me encontraba, que no tenía nada que buscar. Había hallado un lugar para vivir(lo), para sentir(lo), para crecer, para perderme y encontrarme otra vez. Había llegado al punto final de mi juego y resultó ser otro juego interminable, incomparable, inexplicable e increíble.

Dejé mi rastro en las paredes, el eco de mis risas y de mis lloraderas. Me hice parte de la hiedra, o ella se hizo parte de mí. Conocí nuevos escondites que nadie se tomó la molestia de encontrar, y me aprendí tan bien los caminos que ni con los ojos cerrados me podían engañar.

Me propuse a seguir encontrando secretos, caminos nuevos, crear los míos, llenar de vida cada esquina, bailar, cantar, sentirme tan mía como de ese lugar. Extraño laberinto que sedujo mis ideas y me enseñó a comprender mas que a preguntar. 

El complemento de mi vida.

23 de octubre de 2014

A pesar de todo

Hay disfraces que gozan de una transparencia tal 
que se hacen invisible hasta para quien lo lleva. 
Y es que suele ganarle el amor a los humores 
aunque esto no signifique que los últimos mejoren. 

Hay ventanas que presencian lluvias constantes,
miradas perdidas, palabras vacías, tonos muy bajos.
Hay errores que aunque se lamenten no buscan solución.

Y es que hay tantas ganas...

Procesos lentos y seguros, imperceptibles e insipientes.
Tonos retadores que nacen de cualquier detalle
y queda la creencia de que eso no importa tanto.
Que importa más cualquier cosa que conversar.

Hay un vacío que acaricia cabello y toca espalda
como si no se quisiera ir, como si nunca fuera a hacerlo
y me alerta de no dejarte ir.

Que todo mejora.

A veces sobran preguntas sin respuesta, 
pero también las ganas de intentar hacerlo bien,
mejor y constantemente.

No hay reglas, no hay manuales, solo intenciones.
Intenciones que te ayudan a cruzar la calle,
que te hacen sonreír o te dejan llorar como si no lo supieran. 
Por falta o por discordancia, pero hay intenciones.

Todo tiene sus dos lados y, en tamaño, crecen por igual.

Yo quiero hacerlo mejor, yo quiero un mundo bonito,

tardes buenas o malas pero a mí lado.

Yo me quiero a mí por siempre.


18 de septiembre de 2014

Después de tanto

Condenada a tus grilletes invisibles
vas por la vida pesada en tu cabeza.
Arrastras tanto que ya no sabes qué soltar,
o qué guardar.

Quisiste estar tan perdida que ahora no te encuentras
y te está costando la vida.
Ya no sabes ni donde buscarte, ni sabes qué escuchar.

Ya no te conoces.

Te escondiste detrás de una pared que ya no cubre tus errores,
esa que tanto golpeas y duele más por dentro que por fuera.
Ya no eres dueña de tus labios, ni de tus pensamientos,
y son más las horas que bailan al son de tu desgracia.

Recuerdo haberte visto sentada, mirando fijamente la esquina,
esa tan mugrienta como tú. Guardando rencores y dolores.
Recuerdo haberme sentado a hablarte aunque no me escucharas,
pero ya no creo que sigas allí.

Que mala la costumbre de arrimarlo todo a tu oscuro hueco,
dime quién merece enamorarse de algo que cuestiona su existencia.
Te difuminaste junto a la pared que tanto reprochabas,

antes eras carne y ahora solo huesos.

Tu llanto dio paso al monte que crece en el suelo,
ese que baila entre grietas de recuerdos olvidados.
Ya no te sientes alguien, y es que sencillamente 
nunca lo fuiste.

Confieso haber tenido esperanzas de verte voltear,
pararte, caminar.
Pero dejaste a tu silueta adaptarse a tus delirios
y ahora no sabes dónde termina ni dónde comienzas.

Confieso haber creído en que saldrìas de allí.

12 de enero de 2013

Sin título

Después de un par de años aprendidos, perdí la tinta en la punta de mis dedos. 
Sí, esa tinta que no se ve pero que nosotros sabemos que existe y no necesariamente raya. 

Después de algunos altos y bajos todo es un limbo que no reconozco, 
no sé si ya no siento como en esos días, o si el tiempo se llevó un don que disfrutaba.

Ya ni paso de la segunda línea. Las palabras perdieron sentido, o soy yo quien ya no lo tiene. 


ojala pudiera explicar lo mal que se siente.

Y es que antes ni pensaba, solamente escribía. Las palabras hacían sinapsis en mi cabeza antes de que yo me diera cuenta y ahora estoy aquí, pensando más de la cuenta y cuestionando si debo escribir. 


Extraño el furor en los brazos, la mirada perdida y la música bien lejos. La alienación de lo que fuera que sintiera por mí en ese momento.


30 de noviembre de 2012

Me molestan las personas que se quejan de no tener y no hacen nada por conseguirlo.

Me molesta porque me reflejo en ellas, y lo odio. 


Odio llorar cada vez que entro en la bañera, pero es solo allí donde siento que algo me abraza. 


Y ese algo no me juzga, ni me pregunta, ni le interesa... sólo me abraza. 


Pero todo tiene un precio, en este caso la cura es mas cara que la enfermedad. 


Hoy mas que nunca me siento dividida en dos, y temo no conseguirme nunca. 


El vacío es cada mas grande...


demasiado.


                                Quién puede querer a algo así?


4 de abril de 2012

24 de julio de 2011

Aprendí a llorar en silencio

    Por fin te consigo, después de correr tras las agujas detenidas de aquel reloj en tu muñeca, y luchar contra las ojeras que interrumpen tu visión. No quiero que mi presencia altere la presión en tus venas, pero veo que ya no te importa quien descubre tu apartado rincón. 
    Tienes vías en tu cuerpo por todo el tiempo que te ha recorrido y los dientes ya pegados por la rabia en tu mandibula. Los huesos de tu cuerpo modelan su desnudo y tu pálido bronceado descubre más detalles. Mis ojos hechos agua ya no parpadean, te has vuelto tan pequeña y nadie se ha querido dar cuenta.
    Me voy a sentar, si me lo permites, para hablar a tu altura y ponerme cómoda, ya me voy dando cuenta que este sitio es para uno y no para dos. Recostada en el rincón no haces un solo movimiento, ya no sé si me ves o si me escuchas, si te interesa o si no, de todas formas me quedo a verte un rato más y tal vez me encuentre con alguna de tus palabras o sencillamente las mias se queden en una hebra de tu camisón. 
   Tus mejillas se han convertido en salinas de lágrimas de antaño, esas que no se ven por lo erosionado de tu piel. Me atrevo a levantar tu cara con uno de mis dedos temblorosos bajo tu quijada, tu rostro perdido y cansado no consigue enfocarme, aunque me conformo con el intento. Sabía que detrás de esa cortesía se escondía el miedo a que te vieran llorar, que cada sonrisa disimulaba tu sentir de soledad, sabía que escuchabas mis problemas para evitar el no poder resolver los tuyos y que dabas todo de ti para no sentirte tan inútil como ahora te sientes. 
    Risas que acompañaban mi melodía, miradas que completaban mis días, destrezas que lo hacían todo más fácil, sentimientos que me daban aliento; ojalá alguien a parte de mí hubiera sentido esto pues sé que conmigo nunca bastó. Me agoté de mantener dos personas de pie mientras una se niega a ver el sol nacer, mientras tú lo dejas todo perder y yo sin ti no me puedo ir de aquí. 
    Harta de burlas, de escondites, de incredulos y necios te refugiaste tan adentro que ahora no consigues la salida, ahora que te diste por vencida mi voz se hace cada vez más lejana, mis palabras se hacen inentendibles y encontrarte es muy difícil. No sé si me duele más el saber que tú eres yo o que yo soy otra igual a ti.